11/11/2015

Seis sugerencias metodológicas para jóvenes investigadores/as del Derecho (con su puntito de heterodoxia)

Sugerencias (ni siquiera recomendaciones) bastante heterodoxas sobre la investigación jurídica.
ÍNDICE: 1. Premisa: ineluctable "t".- 2. Advertencia importante; saltártela puede perjudicar tu salud (quiero decir, tu carrera investigadora).- 3. Las sugerencias: 3.1. Estudia más; 3.2. Escribe menos (poco y bueno); 3.3. Aporta; 3.4. Comparte; 3.5. Diseña tu "cocina"; 6. Asume que te debes a tu lector



En esta entrada, reelaboro el contenido de la sesión inaugural del máster de Investigación Jurídica que impartí en la Facultad de Derecho de la Universidad de Murcia el pasado 14 de octubre. En un rapto de último momento, he decidido "rebajar" el título de la entrada, de "recomendaciones" a "sugerencias", para atenuar cualquier connotación prescriptiva y resaltar, en cambio, mi deseo de suscitar la reflexión.

Las bandas de dibujos proceden del divertido phdcomics y son obra de Jorge Cham.



1. Premisa: ineluctable t


No, no podrás vencer contra t, el tiempo; podrás esforzarte para emplearlo eficientemente, pero es, inexorablemente, un recurso finito. Solo lo puedes estirar (y doy fe de que los investigadores lo hacen si nos atenemos a la frecuencia con la que se oyen o leen en las tesis doctorales expresiones de agradecimiento a los allegados por el tiempo robado). Pero t "se acaba acabando", sea porque llega un plazo perentorio, sea porque otra tarea más urgente nos apremia.

Debido a las estrecheces de t, si eres un investigador ambicioso (pienso que acabo de incurrir en una redundancia), vivirás ¡toda tu vida! en un tira y afloja perpetuo entre tus distintas responsabilidades y estímulos (docencia, gestión, profesión, investigación, etc.). Más aún, tendrás que administrar el "malestar investigador" (¿está inventado el término?; quizás es un subproducto del estrés), ese desasosegante sentimiento de que podrías alcanzar cotas más elevadas de excelencia si no fuera por el dichoso t.


2. Advertencia importante; saltártela puede perjudicar tu salud (quiero decir, tu carrera investigadora)


Si t es un recurso escaso, eso significa que tendrás que tomar decisiones, aplicar tijera, descartar unos usos y priorizar otros, escoger y, por tanto, renunciar. Para hacerlo, simplificando un poco, puedes adoptar dos metros:
  • El metro egoísta o del homo œconomicus (investigador egoísta o sciscitator œconomicus, por seguir jocosamente con latinismos): se trata de aplicar t a aquellas actividades que resulten más útiles para cumplir el objetivo del investigador que no es otro que progresar en su carrera, para lo que resulta imprescindible permanecer atento a las instrucciones provenientes de los órganos o personas que administran las decisiones-hito de la carrera: sexenios, acreditaciones, etc. Por ejemplo, entre escribir dos artículos de 12 páginas o uno de 24, hay que elegir lo segundo; si escribimos un libro, mejor que no sea muy largo; reediciones de nuestra obra: no compensan; asuntos de demasiada actualidad: administrarlos con prudencia, no vaya a ser que se tengan por meramente divulgativos; esta revista tiene más impacto que aquella otra, etc.; en definitiva, estoy definiendo al investigador-económetra, una especie de académico distinta, hay que admitirlo, a la de nuestros referentes históricos (pongamos De Castro, para un civilista).
  • El metro social, que privilegiaría aquellas actividades que mejor sirvieran para cumplir la función social de la investigación jurídica (tomo la expresión del muy recomendable Perspectivas de la ciencia jurídica en Alemania, un informe del Consejo de la Ciencia alemán sobre el papel de la academia jurídica [inglés /alemán]).   
No quiero incurrir, con todo, en maniqueísmo: por supuesto que caben estrategias conciliadoras de ambos objetivos -el personal y el social-. Cabe, por ejemplo, dedicar t hasta completar el número de aportaciones necesarias para obtener un sexenio y emplear más "liberalmente" el resto de t para otros menesteres investigadores de menor "rendimiento bibliométrico". Por mencionar un ligero inconveniente: en la evaluación de la investigación jurídica no se aplican los criterios meramente cuantitativos de otras ciencias, por lo que, al final, el investigador-económetra no tiene otro remedio que "sobreproducir" para reducir los riesgos a su mínima expresión.

Pues bien, ahora viene mi anunciada advertencia: las sugerencias que siguen (y las primeras de ellas en especial), se dirigen a investigadores que se rigen, total o parcialmente, por el segundo de los metros mencionados y su seguimiento puede perjudicar a los que opten estrictamente por los parámetros economicistas.

Hecha la advertencia y salvada, por tanto, cualquier responsabilidad, vamos con las sugerencias.


3. Las sugerencias


3.1. Estudia más


En el terreno científico se escribe mucho, cada vez más; por ejemplo, solo en revistas científicas con sistema de revisión por pares, se publican cada año más de un millón y medio de artículos y la tasa anual de crecimiento hace que la cifra se duplique cada veinte años. Sin necesidad de datos estadísticos, cualquier observador medianamente atento podrá llegar a parecidas conclusiones respecto de la producción jurídica española.

Y, sin embargo, en términos relativos a la producción científica, se lee poco y, cuando se lee, se lee mal.

Los estudiosos de la lectura científica coinciden en señalar las reducidas cifras de lectura de los artículos científicos, aunque haya cierta discusión sobre los datos exactos: entre estos, por ejemplo, que solo la mitad de los artículos científicos son leídos por alguien que no sea su autor, revisores o editores, que solamente el 20% de los artículos de Humanidades y 2/3 de los de Ciencias Sociales son citados al menos una vez en los cinco años que siguen a su publicación, que el promedio de lectores por artículo científico es de 10 o que los jóvenes investigadores leen menos que sus mayores, consecuencia, probablemente de que, en su caso, el "publish or perish"(publica o muere) debe entenderse en términos estrictos de supervivencia. Como dice esta simpática entrada de blog: "Profe: nadie le está leyendo". "Y, profe -añadiría yo-, ni siquiera cuando le leen, le leen del todo": en un estudio, el 60% de los investigadores reconocieron que no habían leído completo el último artículo "importante" que habían leído.


No solamente se lee poco dentro de la comunidad científica sino que gran parte de la lectura obedece a la motivación "leer para publicar" y no poca de ella a la más espúrea de "leer para citar", algo que difícilmente podríamos catalogar como lectura. Según un estudio, el 80% de las obras citadas no han sido, en realidad, leídas. Cualquiera de nosotros, cuando se ha visto citado, ha tenido frecuentemente esa misma impresión. Más aún, me atrevo a dar un consejo a los doctorandos preocupados por las omisiones bibliográficas: duele mucho más cuando uno se encuentra citado, pero el autor desatiende el contenido más original, polémico y sugerente de la obra referenciada, que cuando se produce una omisión en bruto, que cabe achacar a un lapsus o a dificultades de acceso; vamos, que mejor no citado que citado y desperdiciado.



Todo esto es lógico: para el homo œconomicus, movido por el lema "publish or perish (publica o perece)la lectura-estudio es una pérdida de tiempo, t. Es más rentable leer para publicar y más aún leer lo justo para citar.



Sin embargo, la falta de estudio, de lecturas "no finalistas" o, si se prefiere, movidas solamente por el deseo de saber y aprender daña esencialmente la función social de la investigación. Ahora más que nunca, la sociedad precisa que la investigación jurídica se oriente hacia visiones de conjunto, la identificación y valoración crítica de tendencias o la propuesta de metaconstrucciones (ver, por ejemplo, el antes citado Perspectivas de la ciencia jurídica en Alemania); y eso difícilmente se puede conseguir con la lectura epidérmica y cantonalizada a que me he referido.



En aras de alcanzar cierto grado de conciliación entre la conveniencia de estudiar más y la de proseguir una razonablemente exitosa carrera investigadora, te propongo aquí dos estrategias que consumen una cantidad razonable de t:

  • Mantén siempre "en cartera" cuatro o cinco "áreas de interés", aunque no tengas la intención inmediata de publicar sobre ninguna de ellas. Sin llegar al multitasking más extremo, puedes ir intercalando las lecturas sobre uno u otro de los temas escogidos y sobre aquel que destines a una publicación: estudios psicológicos demuestran que esta intermitencia no solo no es negativa, sino que favorece la creatividad (¡ay, la creatividad!; de eso hablamos enseguida...).
  • Rásguense las vestiduras los clásicos, pero el seguimiento selectivo de las redes sociales (blogs, Twitter, Academia, etc.) constituye, sí, una forma de estudio, a combinar, claro está, con lecturas más detalladas y reposadas; aunque sea con pequeños trazos, al modo de las pinturas impresionistas, las redes sociales te permitirán adquirir una visión de conjunto de lo que "se cuece" en la vida y doctrina jurídicas.





3.2. Escribe menos (poco y bueno)




Si se ha multiplicado la producción científica y tenemos tan poco tiempo para leer (30 minutos por artículo, dicen), lo lógico sería que se exigiera o, al menos, se premiara la concisión, la capacidad de síntesis (sí lo hacen, por ejemplo, revistas como Nature o Science, que limitan la extensión de los artículos a ¡6 páginas!). Pues no, todo lo contrario: por cumplir las exigencias de los procesos de evaluación, inevitablemente cuantitativos, o de ciertas tradiciones (como las 400 páginas de una tesis doctoral, que espero que hoy en día sean ya solo 300), lo cierto es que te verás apremiado a añadir más páginas, más citas...; obiter dictum: el carácter crecientemente electrónico de las publicaciones, al perderse el contrapeso del coste del papel, hace poco por la necesaria contención de la producción científica.



Por si no quieres acometer heroicidades, también aquí te voy a proponer un par de medidas más "digestivas" que optar siempre por escribir lo más corto posible:

  • En la medida en que lo permitan las normas editoriales a que esté sujeta tu obra, desvía todas las divagaciones o pormenores superfluos a las notas a pie de página o a cajas sangradas de fuente más reducida; de esta manera, permitirás al lector que lo desee una lectura más directa del núcleo de tu aportación.
  • El sumario, en los artículos de revista, y las conclusiones, en las tesis, constituyen habitualmente un antipático cometido que emprendes cuando, ya bastante ahíto de tu propia investigación, estás deseando cerrarla; además, al ser la tarea final, es la que más probablemente acabe comprimida por los inexorables plazos de entrega; por todo ello, sufrirás la tentación o necesidad de escribirlas de manera rápida y descomprometida, cual si se tratara de un mero formulismo burocrático. Sin embargo, lo previsible es que cada vez haya más lectores que, atosigados por la ingente producción científica y el poco tiempo que hemos visto que tienen disponible para la lectura, empleen dicha síntesis como elemento para la toma de decisión sobre si leer o no la obra o, incluso, como única pieza de información (en algunos campos científicos, los sumarios son objeto de recopilación específica y muy preciada; véase, por ejemplo, Chemical Abstract Services). Lo primero que te propongo, por tanto, es que, pese al cansancio o hastío acumulados y a las urgencias, cuides al máximo esta síntesis; y lo segundo, que, para que el lector vea cuál es exactamente tu aportación original, menos de la mitad del texto vaya encabezada con "nos ocupamos de", "trata de" o similares y, por el contrario, más de la mitad sea precedida por verbos más asertivos como "proponemos", "criticamos", "sugerimos", "recomendamos", "descubrimos", etc. Con esta consideración, el sumario o conclusiones dejan de ser un mero formalismo para convertirse, por el contrario, en una auténtica "prueba de fuego", para ti, de que tu investigación merece ser publicada.


3.3. Aporta





Aportar, es decir, incrementar nuestro acervo jurídico, debería ser tu guía a la hora de elegir tema, método de investigación y forma de divulgación de los resultados. Si no hay originalidad, si hay mera descripción, no estás haciendo investigación. ¿Qué aporto, qué digo que sea nuevo, original?, esta ha de ser tu constante preocupación (y la pregunta a la que has de ser capaz de responder en no más de tres minutos).

Bien, es un primer e imprescindible paso; pero puede que tu vocación por aportar te lleve a hacerte más preguntas. En función de tu área de conocimiento y del tema de la investigación, pueden ser destinatarios de tu trabajo no solo la academia sino también jueces, abogados, políticos, funcionarios de la Administración y hasta ciudadanos bien informados. Esta riqueza de intereses no siempre ha sido correctamente explotada por la doctrina, que ha privilegiado los trabajos de-académicos-para-académicos. Te expongo un crudo argumento para explicarte por qué creo que sería preferible, para cumplir la función social de la investigación, diversificar y ampliar más nuestra diana y, con ello, los modos de hacer investigación (y de evaluarla): que haya en España miles de profesores dedicados a la investigación jurídica no es el resultado de una elevada valoración social de este campo científico, desengáñate; se debe exclusivamente a que la carrera de Derecho sigue concitando el interés de nuestros jóvenes y justificando, con ello, la existencia de muchas plazas de profesor-docente. La labor investigadora de los juristas, pese a los aires que nos damos, está mucho más huérfana de fundamentación (heterofundamentación) de lo que parece. 

Por otro lado, como señalan R. y D. SUSSKIND en su reciente libro The future of the Professions. How Technology will transform the work of Human Experts, una de las características del proceloso devenir de las profesiones -y la de investigador jurídico lo es, por más que nos sintamos protegidos por el manto protector de nuestra condición funcionarial- es la de la diversificación; no debe pretenderse, por tanto, que todos los investigadores abandonen la investigación más clásica y escolástica, pero sí debemos conceder que no tiene sentido (léase utilidad social) que todos los miles de profesores de Derecho se dediquen clónicamente a ella.

Te señalo, entonces, algunas vías de diversificación de la investigación jurídica, con la advertencia de que la mayoría de ellas, pese a su indudable interés social, se encuentran actualmente infravaloradas:
  • Investigación interdisciplinar "extrajurídica". A riesgo de que te digan que no haces investigación jurídica, hace tiempo que resultan muy fructíferas las investigaciones que conectan Derecho y Economía y, ¡cómo no!, Derecho y nuevas tecnologías. Más recientemente, la Psicología ha reclamado con fuerza su puesto como pareja de baile del Derecho, por ejemplo, en el análisis de los sesgos en las decisiones jurídicas o de la psicología social de los movimientos de reforma del Derecho, como el llamado "populismo punitivo". Son solo algunos ejemplos, que me sirven para volver a advertir de que un investigador-económetra difícilmente concluiría que los esfuerzos que exige dominar mínimamente la rama extrajurídica compensan los resultados en el escalafón de su disciplina. 
  • Investigación interdisciplinar "intrajurídica". La superación de los límites de tu área de conocimiento es cada vez menos una aventura y cada vez más una necesidad. Los cambios sociales y tecnológicos y la legislación motorizada y, muchas veces, precipitada exigen una continua remodelación de los fundamentos jurídicos subyacentes que rara vez puede realizarse desde el seno de una sola área de conocimiento. La movilidad incesante del marco jurídico y la eclosión constante de nuevos problemas obligan a emplear analogías de largo alcance, que cruzan las fronteras de las disciplinas. Con el descargo de que lo cito como ejemplo de problema multidisciplinar (y porque es breve) y no como modelo de análisis, véase mi entrada en Zona Responsabilidad Civil: "Las desventuras jurídicas de Dolores Vázquez. Reflexiones sobre la responsabilidad del Estado por prisión preventiva y sobre eficacia retroactiva de la jurisprudencia". 
  • Investigación empírica. La mayor parte de la investigación jurídica es especulativa; los datos legales o jurisprudenciales no se analizan en cuanto tales sino como fundamento del razonamiento especulativo del autor. En cambio, la investigación empírica, que es metodología habitual en otras de las ciencias sociales, se basa en la observación de datos (en su caso, resultantes de un experimento previamente diseñado) y su análisis cuantitativo y cualitativo. Si, como hicimos con el método sociológico, los iuspositivistas no lo abandonamos en manos de los filósofos del Derecho, también puede resultar un método investigador muy útil en campos como la política legislativa,  los métodos alternativos de resolución de conflictos o los análisis de legal compliance o cumplimiento normativo en empresas o instituciones. A modo de  cata o degustación, puedes examinar este artículo, no demasiado complejo, sobre las indemnizaciones punitivas en Estados Unidos, que realiza un análisis cuantitativo de 507 sentencias. Sabiendo que Harvard Law School tiene un Servicio de Investigación Empírica, tal vez te apetezca explorar este blog,  la revista Journal of Empirical Legal Studies o este artículo, que define muy atinadamente las ventajas y los obstáculos del método empírico en Derecho.
  • Innovación. Hace mucho tiempo ya que la I de Investigación viene acompañada habitualmente de otra I, de Innovación (I+D+I; la D es de "Desarrollo"). Innovación, tal como la define la RAE, es la"creación o modificación de un producto, y su introducción en un mercado", aunque es habitual entender "producto" en su sentido más amplio: no solo una cosa, sino también un servicio o un procedimiento. Pues bien, ¿caben nuevas formas de prestar servicios jurídicos? ¿Quién lo duda? No solo caben: deben. ¿Han de tener protagonismo o presencia en su diseño los investigadores jurídicos? Así lo creo: que la innovación esté frecuentemente abocada al mercado (no siempre; también los servicios públicos necesitan innovación ¡y mucha!), lejos de retraernos, debería servir para lamentar que no dispongamos de un indicador equivalente al de las patentes o modelos de utilidad de que disponen los científicos experimentales. Si quieres analizar los campos de innovación que presentan los servicios jurídicos del siglo XXI, siempre en combinación con las nuevas tecnologías, puedes leer el libro de R. SUSSKIND citado arriba o examinar ejemplos como el Boletín de Términos y Condiciones, que monitoriza e identifica automáticamente cambios en las condiciones generales de los prestadores de servicios de la Sociedad de la Información. Además del propio laboratorio que tiene esta última web, puedes visitar el Laboratorio Jurídico-Empresarial de la Universidad de Zaragoza o las iniciativas privadas LegalitasLab de Legalitas o el Laboratorio Jurídico de Abanlex.
No he terminado con el capítulo "Aporta", pues me sirve también para realizar una sugerencia sobre una duda que te acometerá con toda seguridad: ahora que ya he estudiado y publicado sobre x, ¿debo seguir trabajando sobre ello o es preferible que cambie radicalmente de tercio? Como homo œconomicus, habrías de optar por lo segundo, lo que te pondría a salvo de la minusvaloración que padecen segundas obras sobre parecida temática y no digamos ya las reediciones; y, además, cumplirías con ese parámetro no escrito, endémico, si no me equivoco, de las ciencias jurídicas, de que cuantas más materias hayas "tocado", mejor. Y, sin embargo, ahora más que nunca, la sociedad (los servicios de comunicación de las universidades, desesperadamente ;-) ) precisa de investigadores-observadores, que sigan un tema, permanezcan siempre actualizados y puedan intervenir con prontitud en el debate público (sobre esto, punto siguiente). En definitiva, si el tema sigue abierto, aportas si permaneces al día y vigilante, si revisas y actualizas tus conclusiones, si te haces, a medio o largo plazo, responsable de tu asunto.

3.4. Comparte


Parece obvio que el ideal del investigador es compartir de la manera más amplia posible los resultados de su investigación (salvo cuando admiten otras formas de explotación, como las patentes, pero eso es otra historia...); pero el empeño divulgador tiene su coste (en t y/o en pérdida de oportunidades). Por otro lado, en un mundo 2.0, el momento "investigación" y el momento "divulgación de los resultados de la investigación" cada vez se presentan menos diferenciados: la investigación nace abierta (Open Science es la expresión escogida por la Comisión Europea para definir el fenómeno que, con sus luces y sus sombras, se analiza en este documento).

Si quieres que tu investigación se alinee con los parámetros de la Ciencia Abierta, aquí tienes un par de sugerencias:
  • Si es posible, publica en revistas de acceso abierto (o, subsidiariamente, deposita tus publicaciones en el repositorio de tu universidad, siempre que queden a salvo los derechos del editor). Indret  te puede servir como ejemplo de buena revista que está disponible en acceso abierto. Respecto de esta recomendación de usar medios de acceso abierto, los intereses del homo œconomicus y los del investigador preocupado por la función social de su trabajo, mira por dónde, convergen: la mayor parte de los estudios revelan que la publicación en revistas de acceso abierto aumenta las citas (aquí para revistas jurídicas americanas).
  • Dedica un tiempo razonable a divulgar los resultados de tu investigación en los medios o las redes sociales. Participa en los debates abiertos sobre tu materia. Es verdad que, en estos momentos, esta labor apenas tiene reconocimiento, pero, como se puede ver en el prudente documento de la Comisión Europea a que me acabo de referir, es palpable, en una ciencia abierta, la necesidad de corregir las actuales métricas de la investigación (citas e impacto de la revista, es decir, productividad bruta) y de complementarlas con métricas que atiendan más al impacto social de la investigación (altmetrics). Pueden llamarte la atención, como referentes, algunas plataformas dedicadas específicamente a esta difusión de los resultados de la investigación, como Project Syndicate o The Conversation.
  • Aprovecha las herramientas tecnológicas para establecer contactos o buscar colaboraciones. No es necesario que llegues al nivel de colaboración abierta de proyectos como The History Manifesto o de la llamada "publicación incremental", pero estoy seguro de que en los próximos años se producirán muchos avances en esta línea (un campo abonado para la innovación a que antes me he referido).


3.5. Diseña tu "cocina"


Aprovecha los primeros años de tu vida académica para diseñar tu "cocina" de investigador, es decir, para conocer y seleccionar aquellas herramientas básicas que vas a emplear en tu futuro desempeño.

Escoge tu programa de tratamiento de textos (o LaTeX si eres muy valiente) y define tu plantilla (incluyendo la siempre complicada decisión sobre la enumeración de las subdivisiones), por más que luego muchas publicaciones te exijan formatos específicos. Es el momento también, de empezar a definir tus estrategias de empleo de las herramientas de comunicación, como el correo electrónico, o de organización de archivos.

Si aceptas mi recomendación de participar en las redes sociales, puedes hacerte las consiguientes cuentas (para mí, Twitter, Academia y las necesarias para participar en la blogosfera son las más interesantes para un investigador académico; Linkedin y Facebook, por este orden, me parecen menos útiles).

Especial atención merecen las herramientas que emplearás para la búsqueda de información, que son hoy la parte central de la "cocina" del investigador. No te aburro con historias "de abuelo Cebolleta" sobre cómo se desarrollaba esta tarea en "la edad del Papel", con sus fichas manuscritas y fotocopias racionadas; Internet lo ha cambiado todo, felizmente. Voy a ordenarte mis recomendaciones al respecto usando precisamente una distinción característica de la red en cuanto al modo en que se produce el contacto entre el usuario y la información: de un lado está la tecnología pull, que despliega la información a solicitud del usuario y es la que empleamos habitualmente cuando navegamos por Internet (con la excepción de banners e intersticiales); de otro, la tecnología push, que hace que la información llegue al usuario de forma automática, sin solicitud expresa por su parte, como ocurre, por ejemplo, con las notificaciones de nuestro correo electrónico o las que recibimos, de múltiples aplicaciones, en nuestro móvil.

Entre las tecnologías push que puedes incluir en tu "cocina", te recomiendo:
  • Twitter y Academia, entre las redes sociales que te permiten seguir las novedades (micronoticias, en la primera; publicaciones, en la segunda) de aquellos investigadores que te resulten especialmente atractivos.
  • Cualquier agregador de entradas que te permita recibir automáticamente novedades de todos los blogs o sitios web que tengan activado el RSS. Yo empleo Netvibes, pero existen otras herramientas parecidas, todas de carácter gratuito, como Feedly, Inoreader, etc.
  • Newsletters o correos de noticias, como, por ejemplo, los de Iustel o DerechoTics.
  • Notificaciones sobre la publicación y contenido de nuevos números de revistas, que pueden programarse en servicios como Dialnet o Google Scholar.
En cuanto a la tecnología pull, que te deja a ti el protagonismo de la búsqueda de la información, conviene que en estos primeros años explores y te familiarices con el contenido y sistema de búsqueda de las principales bases de datos jurídicas, que hagas lo mismo con los buscadores generalistas (Dialnet, Google Scholar y hasta Google tout court) y que conozcas a fondo el servicio de préstamo interbibliotecario de tu Biblioteca universitaria. Más aún: te recomiendo que visites y permanezcas atento a lo que te ofrece el servicio de Bibliotecas de tu universidad; están habitualmente a la vanguardia y podrán iniciarte en herramientas que ni siquiera habrías imaginado que existieran; entre ellas, pienso incluir entre los buenos propósitos para el año 2016 la exploración de los llamados gestores bibliográficos, como Mendeley, Zotero, EndNote o RefWorks.


3.6. Asume que te debes a tu lector


Dice PINKER que tienes tres razones para escribir bien: la primera, hacerte entender por tu lector para pasarle adecuadamente tu mensaje; la segunda, proteger tu prestigio o credibilidad en cuanto al fondo, pues todo lector tiende a presumir (iuris tantum, vale) que, si el envoltorio es tan cutre, cutre ha de ser también el contenido, que si ha faltado método y esfuerzo en la redacción, lo mismo habrá ocurrido en la investigación; la tercera, aportar a este mundo tan baqueteado tu granito de buena literatura, de belleza (disculpa mi tonto excurso, pero no puedo evitar traer a colación al periodista Ramón Trecet y la frase con la que terminaba sus programas de radio: "Buscad la belleza, es lo único que merece la pena en este asqueroso mundo").

Aun que los dos últimos objetivos de una buena literatura no deberían caer en saco roto, aquí me voy a centrar en el primero de ellos: facilitar al lector la comprensión de tu trabajo de investigación.

Lo diré parafraseando a Posner: tu lector es un maximizador racional del tiempo de su vida que dedica a la lectura; olvídate pues de tus profesores del grado o máster, que probablemente hayan sido los lectores más benevolentes que hayas tenido o tendrás jamás. Cada irregularidad gramatical o sintáctica, cada circunloquio innecesario, cada construcción compleja que obliga a la relectura, cada frase o párrafo que no esté suficientemente hilado con el anterior y cada término inapropiado, impreciso o anfibológico será un empellón, grande o pequeño, que hará que tu lector se distancie de tu mensaje y, en el peor de los casos, descarrile de la lectura; y eso es un fracaso, un incumplimiento (absoluto o defectuoso, según los casos).

Aquí voy a hacerte una recomendación esencial y otra instrumental.

Presumiendo que asumes el respeto al lector en los radicales términos que he intentado describir, mi recomendación esencial es que interiorices que la clave de una buena redacción es una y solo una; autodisciplina, es decir, perseverancia, no cejar en el empeño de conseguir, mediante todas las revisiones que sean necesarias, que la estructura de tu publicación y cada una de sus términos, frases y párrafos sean los mejores para lograr su fácil y correcta comprensión por el lector. Que tengas más o menos "gracia" literaria hará que la dosis de sudor sea mayor o menor, pero, como dice la frase atribuida a Thomas Edison, "genius is one percent inspiration, ninety nine percent perspiration" (la genialidad es 1% inspiración y 99% sudor).

En este empeño, ten cuidado: tu saber sobre la materia te coloca en una situación privilegiada, pero también te puede jugar una mala pasada. Tu revisión del trabajo puede resultar sesgada por el "punto ciego del experto" (ver anterior entrada de este blog), al que Pinker llega a tildar de "maldición del conocimiento". Ponerse en el lugar del que no sabe lo que tú sabes ni ha estudiado las horas que tú has estudiado es todo menos fácil; has llegado trabajosamente hasta una cumbre, con cuerdas y piolets y tras muchos intentos frustrados que te han conducido a "callejones sin salida" (es decir, con mucho "ensayo y error"), y ahora tienes que preparar a tu lector una escalera alfombrada hasta el mismo lugar, para que llegue en una hora a donde a ti te ha costado cientos de horas llegar. Tomar distancia (en realidad, t) de tu propia obra y hacérsela leer a un tercero son los mejores remedios contra esta distorsión.

Pasando a lo instrumental, no olvides la cantidad de herramientas electrónicas con las que cuentas hoy para alcanzar tu objetivo: sistemas de autocorrección automática de los procesadores de texto, diccionarios (fundamentalmente, DRAE), guías sobre dudas lingüísticas (Diccionario Panhistórico de Dudas de RAE), guías específicas sobre lenguaje jurídico (Informe de la Comisión de Modernización del Lenguaje Jurídico), servicios de consultas (Consultas lingüisticas de RAE, Consultas Fundeu), colecciones de sinónimos y antónimos (yo uso WordReference) y hasta el propio buscador general de Google. No te dispensan de tener que sudar, pero, como la buena equipación deportiva, te harán el maratón más llevadero.


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